De compras de material fungible 

Cualquiera que entre en mi despacho pensará que estoy diseñando una nave espacial o preparando el robo de un banco de la cantidad de hojas, pósits, carpetas y documentos que tengo. Es verdad que todo parece un poco desastre, pero como se suele decir, es un orden desordenado de forma que yo me las arreglo para encontrar las cosas. Aun así, varias veces al año hago algunos cambios de cara a tenerlo todo más organizado, incluyendo una compra de material fungible.

Desde que iba al cole siempre me gustaron los rotuladores de colores, las libretas y demás. Aunque con la llegada de septiembre se acababan las vacaciones, siempre había algo que me motivaba a pesar de volver a la rutina del colegio: ir con mi madre a la librería o al centro comercial para hacer compras. Mi madre siempre me decía que si realmente necesitaba tantas Carpetas con Anillas o tantos rotuladores, pero yo le decía que era importante para estudiar. Y como siempre saqué buenas notas, tenía la excusa perfecta.

A decir verdad, seguro que ella sospechaba que tener en casa cientos de pósits de colores no era imprescindible para estudiar, pero se hacía un poco la tonta, consciente de lo importante que era para mí todo aquello. Y es que me lo pasaba pipa luego al llegar a casa y sacar de las bolsas mi tesoro. Y aunque no todo lo terminaba usando, también es verdad que sí que intentaba darles uso a todas las compras, más o menos como ahora.

Aunque cada vez hay menos documentos de papel gracias a internet, todavía hay mucho que archivar, al menos en trabajos como el mío, por eso sigo necesitando Carpetas con Anillas para tener todo bien archivado. Porque, pese al aparente desorden de mi despacho, en cuanto un cliente me pide información sobre cualquier detalle, rápidamente lo encuentro gracias a mi sistema de archivo.

Y aunque ya no vaya cada septiembre como cuando era pequeña, sigo yendo de compras regularmente sin haber perdido ese placer de que mi espacio de trabajo esté bien surtido de material fungible.