Breve historia sobre Omega, la marca de relojes que «estuvo en la Luna»

Casi dos siglos de historia y multitud de rarezas caracterizan Omega, uno de los fabricantes de relojes deluxe más reputados a nivel internacional. Así, esta marca acompañó a Neil Armstrong y Buzz Aldrin en su odisea lunar, un hito sólo comparable al modelo Navitimer de la empresa Breitling, que fue la primera maquinaria de su género en abandonar la atmósfera terrestre. No sorprende, pues, que los Relojes OMEGA en Vigo, Madrid, Barcelona y otros epicentros comerciales gocen de un estatus de popularidad superior a sus competidores.

 

Los orígenes de Omega se remontan a 1848, cuando el maestro relojero suizo Louis Brandt comenzó a ensamblar relojes en La Chaux-de-Fonds. Medio siglo después, y gracias a la experiencia adquirida durante este periodo, levantó los cimientos de su marca con el lanzamiento de Omega 19 ligne.

 

Cosecharía un éxito tal que, en 1903, inscribiría su empresa con el nombre ‘Louis Brandt et Frère – Omega Watch & Co’. Como anécdota, la adopción de la letra omega pretendía simbolizar el culmen de la experiencia y la maestría.

 

En los inicios del siglo XX, Omega desarrollaba más de 100 mil relojes al año, cifra al alcance solo de los gigantes del sector relojero. En este contexto, se empieza a invertir en relojes destinados a actividades deportivas, y su indiscutible calidad permite a Omega convertirse en la cronometradora oficial de Los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1932, privilegio que ostenta en la actualidad y desde 2009 en exclusiva, además.

 

A fines de la década de 1960, la reputación de Omega permitió asociar la marca suiza con «un pequeño paso para la humanidad, pero un gran paso para el Hombre». Y es que uno de los modelos de Omega fue elegido para acompañar a los astronautas de la NASA, Armstrong, Aldrin y Collins, a bordo del módulo lunar Apolo 11 en su misión de realizar el primer alunizaje de la historia.