Nuevas aficiones 

La vida pasa y las cosas van cambiando. Cuando eres más joven te gustan unas cosas que luego ya no te interesan tanto. Hace un tiempo viví una situación especial que me asustó un poco. Tuve algo de tiempo libre y no supe muy bien qué hacer. No me apetecía escuchar música, no me apetecía ver una película, no me apetecía nada hacer clase de cosas que tanto disfrutaba hace unos años. Por el medio, un par de hijos me cambiaron bastante mi ritmo de vida y mis aficiones.

Y entonces descubrí que lo que me apetecía era cocinar, era ir al supermercado y comprar algo nuevo. Efectivamente, la gastronomía se había convertido en mi principal afición. ¿Por qué no desarrollarla más ahora que podía? Con los niños en casa, me puse el gorro de chef estos años y fui aprendiendo mucho. Yo, que antes casi no sabía ni freír un huevo. Y le cogí el gusto.

Así que aquel día de ‘revelación’ me fui al súper y empecé a trastear en esos pasillos que no suelo transitar, el de los productos gourmet, donde están esas latas tan peculiares, donde están los quesos de vaca suizos baratos y las salsas de importación. ¿Hay algo más sano que invertir el dinero en comer, en comer bien? Todo ese dinero que antes se iba para mi colección de cine, de música y libros había ido quedando en mi cuenta corriente. Así por qué no empezar a disfrutar un poco de la vida en la mesa del comedor. 

Supongo que en todo este proceso también han ayudado un poco todos esos programas de cocina que están tan de moda. No es fácil poner de acuerdo a una familia de cuatro miembros a la hora de ver la televisión, pero con esos concursos de cocina, todos estábamos felices. Además, yo empecé a intentar emular a esos cocineros haciendo algunas chapuzas al principio, que luego empezaron a tomar forma.

Así que, ahora, cuando no sé qué hacer, me voy al súper a comprar quesos de vaca suizos baratos, kumquat o salsas rusas para preparar platos imposibles que, cada vez más, están para chuparse los dedos.