La elegancia está en los detalles 

Recuerdo que cuando era muy joven no soportaba los zapatos, mi madre se las veía y se las deseaba para ponerme zapatos: yo solo quería zapatillas deportivas o como dicen en mi tierra ‘playeros’. Pero quién me iba a decir a mí que con el paso del tiempo iba a ser un fanático de los zapatos hasta el punto casi de la adicción. En esto de la moda, como en muchos ámbitos, todavía hay muchos clichés. Siempre se asocia a las mujeres la afición por los zapatos, pero no siempre es así, ni mucho menos: yo soy un buen ejemplo de ello. 

Fue a partir de la fiesta de graduación en el instituto cuando empecé a ver los zapatos con otros ojos. Mi madre fue conmigo a comprarlos y fue a partir de ese momento cuando cambié de opinión. A aquella fiesta no se podía ir con playeros, yo también estaba de acuerdo, así que compré unos nuevos y me puse un trabajo: me vi tan elegante que ya no quise saber nada más de mis zapatillas y chándales. 

Desde entonces me he vuelto un fanático de los zapatos. Tal es mi afición que puedo investigar el distribuidor de Cordón encerado o lustrado que diseña los cordones de cada zapato que me compro. Y es que los detalles son muy fundamentales para ofrecer un producto de alta categoría. 

De hecho, el oficio de zapatero, originalmente, estaba a la altura de los oficios artesanos más elevados. Y es que, al principio, no todo el mundo podía tener en su casa diez pares de zapatos: tenías unos que te debían durar lo máximo posible. Pero además de la durabilidad, pronto empezó trabajarse también el aspecto estético: Italia o Inglaterra fueron dos países que llevaron está artesanía al siguiente nivel acercándola a la actividad artística. 

Hoy en día es evidente que todo se ha estandarizado mucho más, pero yo sigo pendiente del tipo de distribuidor de Cordón encerado o lustrado que fabrica los cordones de mis zapatos preferidos. Y para mis piezas más queridas todavía consulto con un zapatero que resiste en el barrio, un oficio en peligro de extinción.